Diseñados para el cambio
Nosotros los seres humanos estamos diseñados a medida para el cambio.
Objetos inanimados como ropa, casas, y edificios no tienen la habilidad para cambiar verdaderamente. Quedan fuera de estilo y caen en desuso. Pero en cualquier punto en el tiempo, en cualquier edad, cualquiera de nosotros es capaz de cambiar.
Cambiar no siempre quiere decir hacer lo opuesto. En realidad, la mayoría de las veces, quiere decir agregar o ajustar suavemente.
Cuando somos llamados por el Señor para cambiar, seguiremos extendiéndonos hacia la misma meta, pero quizás en una manera un poco diferente. Cuando rechazamos cooperar con el cambio que Dios está requiriéndonos, hacemos cadenas que nos constriñen y restringen.
Hay tres cosas que sabemos sobre el futuro:
- No va a ser como el pasado.
- No va a ser exactamente a la manera que nosotros pensamos que va a ser.
- La velocidad del cambio ocurrirá más rápido de lo que imaginamos.
La Biblia indica que en los tiempos finales en los cuales estamos viviendo ahora, los cambios surgirán mucho más rápido que antes en la historia.
Aún las más preciosas de todas las gemas necesitan ser cinceladas y facetadas para lograr su mejor lustre. No hay nada que permanezca tan constante como el cambio. No termine como el hormigón, todo mezclado y permanentemente establecido.
En Isaías 42:9, el Señor declara: “He aquí se cumplieron las cosas primeras, y yo anuncio cosas nuevas; antes que salgan a luz, yo os las haré notorias.” La Biblia es un libro que nos dice cómo responder al cambio de manera anticipada. ¿Ve? Yo creo que podemos decidir por adelantado cómo responderemos a la mayoría de las situaciones.
Preparándose de Manera Anticipada
Una de las principales razones por la que la Biblia fue escrita fue para prepararnos por anticipado, para enseñarnos cómo responder por adelantado a muchas de las situaciones que enfrentaremos en la vida.
Elija fluir con el plan de Dios. Sea sensible a las cosas nuevas que Él está haciendo. Permanezca flexible al Espíritu Santo y sepa que nuestro Dios nos dirige, ajusta, mueve y corrige. Él está siempre trabajando para llevarnos a la perfección.
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